Moonrise Kingdom (Un reino bajo la luna)

 
Atrás quedan los años en que uno se acostumbraba a los colores vivos y las perspectivas chatas de los dibujos infantiles, atrás quedan los fáciles entuertos de los cuentos que en sus desenlaces se desataban tan perfectamente. Atrás queda también la perspectiva de un mundo gigante y misterioso que se comienza a percibir en la niñez. A continuación viene la vida, y ya todo aquello queda atrás, uno ha madurado. Atrás queda un mundo fácil en el que todo era posible. Pero para nosotros, ya adultos, nada es tan sencillo.

 
Injustamente se ha relacionado al cine de Wes Anderson con casa de muñecas vivientes por el uso de imágenes e historias que recuerdan esa imaginería infantil.  Pero nada es completamente sencillo en el mundo de Anderson tampoco. Esa es una constante de sus cintas: el mundo tan subrayadamente artificial permite ver las frustraciones e insatisfacciones con la que se convive en la vida, aún cuando todo parezca tan accesible y cercano. Su genialidad reside, cuando Anderson mejor lo consigue, en balancear una y otra perspectiva, algo en que Moonrise Kingdom es ejemplar. Una cinta vital permeada de melancolía, la historia de un gozoso primer amor que en todo caso recuerda las muchas ausencias que se siente al llegar a viejo. Moonrise Kingdom, en Colombia Un reino bajo la luna, es mucho más que una buena película. Es una cinta magnífica.


En 1965 en la isla New Penzance, Suzy (Kara Hayward) y Sam (Jared Gilman), ambos de 12 años, deciden fugarse juntos.Quieren escapar de sus abrumadoras vidas. Sam es un huérfano que no ha podido adaptarse a los hogares en que lo ha  sido adoptado, ni a los grupos a que se ha sumado, como el grupo de scouts al que pertenece. Suzy es la problemática hija mayor de Walt (Bill Murray) y Laura Bishop (Frances McDormand), una pareja de abogados que apenas se soportan. Al enterarse de la fuga los padres de Suzy y el jefe del grupo de Scouts,  Randy Ward (Edward Norton), comienzan una búsqueda con la ayuda del policía de la isla, el capitán Sharp (Bruce Willis). A partes iguales Moonrise Kingdom nos irá contando tanto el idilio de los jóvenes como las múltiples frustraciones que aquejan a los adultos, la fuga no prosperá, sin embargo, pues Sam y Suzy serán descubiertos, y además, llegará un huracán que supondrá cambios y, sobre todo, una suerte de reconciliación con la que todos podrán seguir con sus vidas.


La reconciliación que consiguen al final los personajes de Anderson es uno de los recurrentes motivos que el director ha mostrado en sus anteriores filmes. Sam y Suzy no son esos adultos viejos que quieren enmendar errores de su pasado como Royal Tenenbaum o Steve Zissou -o incluso Mr. Fox, ni son jóvenes que aprenden a vivir dolorosamente como Max Fischer. Son un par de entrañables jóvenes, si bien conflictivos y atormentados, que descubren que ser distintos no es necesariamente un sino de fatalidad. Es cierto que esto es una caricatura de cierto romanticismo, pero con la suficiente candidez y humanidad para producir empatía. Moonrise Kingdom celebra el que un par de inadaptados puedan sobrevivir un tiempo más, así entretanto las angustias y falencias de otros adultos perduren. Hay que subrayarlo, el mundo de Anderson en realidad no devuelve soluciones fáciles, sino que todas están reconciliaciones las tiñe invariablemente la melancolía, pues ya sabemos ahora que el mundo de los adultos no es fácil.


Moonrise Kingdom muestra las marcas habituales del cine de Wes Anderson. La escrupulosidad con que Anderson controla hasta el mínimo detalle de lo que vemos, el desarrollo coral de la trama en la que tanto los protagonistas como los personajes secundarios son explorados, la inclusión de un narrador que irónicamente subraya información que el espectador que no conoce, y una música escrita perfectamente, esta vez por Alexander Desplat, para construir un mundo a la vez fantástico y melancólico. Anderson sigue a fiel a su estilo, lo que ha servido para que más de uno lo identifique como un verdadero autor del cine estadounidense. Más importante que la etiqueta que aquello convenga es ver que Moonrise Kingdom se constituye en un delicioso goce con la que el director renueva y amplia su amplia galería de desadaptados y anormales. Es más relevante encontrar, además, que las señas de identidad del director estadounidense dan pie a una cinta sólida y memorable, si bien resulta notable el encontrar a un director que ha podido mantener una manera de hacer cine paralelamente al cine comercial de la industria de E.E.U.U.


En todo caso, los cambios que incluye Anderson en Moonrise Kingdom son quizás más significativos: la narración es harto más sinuosa que en sus cintas anteriores, e incluye flash-backs más prolongados que en ellas. Esto supone una dosificación de la información que no utilizaba con frecuencia anteriormente. Así, nos enteraremos del momento en que se conocen Sam y Suzy cuando ya los hemos visto unirse en su fuga. La alteración de la piezas modifica el resultado, al evitar una narración lineal Anderson puede introducir con mayor facilidad las existencias de los otros personajes para darle el tono coral a la cinta. Ya no es un narrador el que nos guía por el relato, sino que de las situaciones en que vemos a los personajes se salta a flash-backs que son a un tiempo explicaciones como un contrapunto irónico con lo que ocurre en el presente de la cinta.


Ahora bien, en Moonrise Kingdom hay una especie de narrador por el que conocemos la geografía de la isla como el pronóstico del clima. Este narrador (Bob Balaban) nos habla directamente como si se tratase de un documental, o como si fuese un reportero. Anderson se burla de su narrador, pues habla en planos que apenas lo incluyen, o en los que es interrumpido por alguna circunstancia. Ya en las anteriores cintas Anderson se permitía ironizar sobre su narrador (seudo-omnisciente), mas ahora se burla más abiertamente no sólo al asignar un rol casi que intrascendente -digo casi pues el narrador sí influye en los acontecimientos de la trama. Hay un entorno completamente juguetón en Moonrise Kingdom, que recuerda tanto a el juego de teatro en el teatro de Sueño de una noche de verano como al juego con la convenciones cinematográficas planteado por los realizadores de la Nouvelle Vague, en particular, ya se sabe, Jean-Luc Godard.


Anderson hace a sus referentes evidentes en más de un sentido. Como comenta Kristin Jones el vestido que usa Suzy tiene un cierto aire que recuerda a los que usaba Anna Karina en cintas como Pierrot le fou -de hecho incluso hay un cierto parecido entre entonces la actriz y modela y hoy la joven actriz debutante. Consecuente con esa referencia Anderson utiliza una narrativa que juega con la convenciones; por ello en un punto en que los fugitivos tienen que enfrentarse al grupo de scouts que los persigue, la pelea se elide por medio de la imagen de una infantil flecha que cruza la pantalla: el modo irónico en que Anderson indica que hubo una pelea.

 
Los referentes no paran ahí, Jones y otros reseñistas han notado el modo en que Benjamin Britten está presente en toda la cinta. Desde el prólogo en que se oye su Guía orquestal para jóvenes a la escenificación de Noye's Fludde en la que se conocen Sam y Suzy. Anderson usa este par de obras de Britten en el desarrollo de Moonrise Kingdom, no sólo como añadido musical, sino casi que como espejo distorsionado a través del cual una historia prefigura a la otra. El diluvio de Noye's Fludde anticipa el huracán en medio del cual se decidirá la suerta de los personajes de la cinta. Este uso de la música no es nuevo en la filmografía de Anderson, que suele escoger canciones para que sumen a sus películas, y no sean simplemente una forma de rellenar escenas.


El que la cinta se ubique en 1965 no debe ser entendido como una reconstrucción histórica. Es más una fantasía con la que recuerdos y reminiscencias dan pie a una ficción. Anderson tiene el cuidado de fotografiar con una imagen que recuerda los tonos de las películas de los 60 y 70. El equipo de la cinta se esfuerza en construir esmeradamente una puesta en escena para usar objetos y modas del año en que ocurre la cinta; mas eso no significa que se trata de revivir un tiempo histórico en particular. El pasado de Moonrise Kingdom es un pasado distorsionado por los recuerdos y la nostalgia, es un pasado en el que se cuenta una fábula, y de no aceptarse tales premisas, la cinta se volvería insoportable. Según cuenta Anderson la inspiración para la isla de New Penzance le vino de la isla de Naushon, que da la impresión de estar clavada en el pasado. Ciertamente en Moonrise Kingdom hay una amalgama entre fantasía y nostalgía, entre recuedo y fábula. Y no olvidemos que Moonrise Kingdom es sobre todo una fábula.


Las fábulas de Wes Anderson son peculiares. No se inhibe ante las prevenciones de lo políticamente correcto, pues a pesar de ser fábulas no se trata de maquillar a sus personajes, ni a sus defectos. Si Anderson se limitase a mostrar a dos típicos jóvenes con problemas en su primer amor, su cinta no saldría de los terrenos manidos y cursis con que una y otra vez se cuentan tales historias. Las peculiaridades de los personajes de Anderson les dan mayor vitalidad a ellos, pues instintivamente sabemos que no hay personajes típicos, y que aquello que se muestra como lo normal es muy difícil de encontrar. Nada es fácil en las fábulas de Anderson, adulto ya irremediablemente, todo el artificio y la imaginería no nos exhime de lo que después de todo pasa en la vida. El cine de Anderson es genuino, paradójicamente, al no ceder ante lo que se considera común y convencional.


Antes de concluir la reseña debo anotar que la historia de un par de jóvenes desadaptados para salir de una comunidad que los asfixia encaja perfectamente en el mundo de Anderson. La historia ya tantas veces contadas de un par de amantes que huyen para escapar de su encierro. Pierrot le fou ya era una suerte de relectura paródica de ella. Del mismo modo Moonrise Kingdom parodia un tanto ese romanticismo en el que un par de seres puros sufren las presiones de una sociedad injusta. Casi al final cuando ambos no tienen escapatoria, pues la mujer del Servicio Social (Tilda Swinton) se va a llevar a Sam a un reformatorio, ambos ascienden por el techo de la escalera en medio del huracán. La imagen es plana como si fuera para ilustrar un libro infantil, o como las sombras chinescas que se jugaba en la infancia. Sam y Suzy están decidiendo si saltarán o no, no en alusión al suicidio que liberaba a personajes como Werther de las frustraciones del mundo, sino más bien como Tom y Huck cuando discuten que harán cuando se vuelvan piratas. Anderson se burla de esa tradición romántica y su distorsión en la mente de un joven como Mark Twain mostraba en sus libros. Aún así Anderson homenajea también a dicha tradición, y le añade un par de héroes, que esta vez se salvan pues a último minuto, y esto sí como en las fábulas y cuentos infantiles, todo se resuelve convenientemente.


Moonrise Kingdom es una película magnífica porque es capaz de conjugar una historia conmovedora y vivaz con los conocidos motivos estéticos de Anderson y con otros que muestran una evolución en su estilo. Es capaz de emocionar genuinamente al espectador con una historia de un primer amor, sin ser cursi o sin caer en el facilismo. Esto se debe, aunque lo mencione al final es casi lo más importante, al humor e ironía, a ratos cruel, a ratos cándida, con que Anderson tiñe a sus filmes. Casi al final, cuando ya todo se resuelve, Laura le dice a su esposo Walt como parte de reconciliación: "Me tienes a mí"; Walt le responde como se queja un niño: "No es suficiente". Es un chiste genial insertado en una oda al primer amor y a la felicidad que trae. Anderson incluye otras perspectivas como los artistas clásicos lo hacían en sus obras. Como un hombre maduro que reconoce que el mundo cuenta tanto comedias y tragedias, todas enrevesadas. Moonrise Kingdom es una celebración a la que bien vale unirse.

P.S.: La música que escribió Alexander Desplat para la película es buenísima, como también la música que Anderson escogió el filme.














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